Han transcurrido más de 80 años desde la promulgación de la Ley General del Trabajo…
La Necesaria Modernización del Derecho Laboral en Bolivia

La legislación laboral constituye un pilar fundamental para el desarrollo económico y social de cualquier nación. Sin embargo, cuando un marco normativo se vuelve anacrónico, puede generar efectos contraproducentes que, a pesar de sus intenciones protectoras, terminan fomentando la informalidad y limitando la creación de empleo digno. Un análisis técnico de la legislación laboral boliviana revela una urgente necesidad de modernización para adaptarla a los desafíos del siglo XXI y construir un mercado de trabajo más dinámico, inclusivo y equitativo.
El ordenamiento jurídico laboral en Bolivia, si bien se fundamenta en loables principios de protección al trabajador, se caracteriza por una notable rigidez. Históricamente, se han implementado medidas de alto impacto financiero que, si bien buscan beneficiar al trabajador, trasladan la totalidad de la carga al sector empleador. Esta aproximación, aunque teóricamente garantista, se convierte en un arma de doble filo: desincentiva la inversión y la contratación formal, afectando de manera desproporcionada a las pequeñas y medianas empresas, que constituyen la base del tejido empresarial del país y poseen una capacidad limitada para absorber costos laborales crecientes.
El principal desafío técnico reside en la concepción casi absoluta de la estabilidad laboral. La normativa vigente, reforzada por la Constitución Política del Estado, prohíbe el despido sin una causa justificada. Las causales admitidas son sumamente restrictivas y se centran casi exclusivamente en la conducta del trabajador, omitiendo circunstancias económicas objetivas o necesidades de reestructuración empresarial que son inherentes a los ciclos del mercado. Este inmovilismo plantea un dilema central para cualquier reforma: ¿cómo es posible flexibilizar los mecanismos de contratación y cese para permitir que las empresas se adapten a las crisis y mantengan su viabilidad, sin dejar al trabajador en una situación de desprotección? La solución exige un equilibrio técnico que supere la rigidez actual sin desembocar en la precariedad.
La consecuencia directa de este marco oneroso es el alarmante crecimiento del sector informal. Cuando la formalidad se percibe como inviable, la economía real busca alternativas. En este contexto, proliferan figuras como la tercerización, la subcontratación o los contratos de naturaleza civil, que con frecuencia son utilizados para encubrir relaciones que, en su esencia, son laborales. Esta práctica de simulación busca evadir las obligaciones legales y deja a una vasta porción de la fuerza laboral sin los beneficios y la protección que la ley debería garantizar. Por ello, una reforma integral no debe centrarse únicamente en la fiscalización, sino en crear incentivos reales para que la contratación formal sea una opción atractiva y sostenible para las empresas.
Asimismo, la pandemia de COVID-19 evidenció la incapacidad de la legislación actual para responder a nuevas realidades, como el teletrabajo. Si bien se han emitido normativas complementarias, la Ley General del Trabajo —una norma que en sus fundamentos data de hace más de ochenta años— no está diseñada para regular estas modalidades de manera integral. Es imperativo actualizar el cuerpo legal para definir con claridad las responsabilidades en materia de horarios, provisión de herramientas, seguridad laboral y el derecho a la desconexión digital, garantizando un marco equitativo tanto para la productividad empresarial como para los derechos del trabajador en un entorno laboral cada vez más deslocalizado.
En definitiva, la modernización de la legislación laboral es una tarea técnica ineludible. No se trata de una disyuntiva ideológica entre protección y desregulación, sino de encontrar un equilibrio inteligente. Una reforma bien diseñada debe reducir los costos asociados a la formalidad para estimular la creación de empleo de calidad, al tiempo que se fortalecen los derechos fundamentales del trabajador. Un exceso de regulación asfixia la generación de empleo, mientras que una legislación demasiado laxa promueve la precariedad. La construcción de un mercado laboral más justo y dinámico para el futuro de Bolivia depende de la capacidad para abordar esta complejidad con rigor técnico y visión de largo plazo.
Análisis de:
Paul Aramayo – Socio del Equipo Laboral