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TRABAJO DECENTE Y EQUIDAD DE GÉNERO EN BOLIVIA

                                                                               Lilian Rodríguez y Noelia Sanjinés

 

 

El debate sobre la necesidad de proteger la igualdad laboral entre mujeres y hombres en nuestro país ha tomado cada vez más fuerza. Hoy, resulta necesaria la cooperación entre el sector público y privado para lograrlo.

 

A lo largo de la historia, se le ha otorgado a la mujer un rol tradicional en el hogar, cuyas funciones principales implicaban, entre otras, cocinar, limpiar, cuidar de los niños e incluso tener lista la cena para cuando el marido llegaba de trabajar.

 

Esta situación comenzó a cambiar con la Revolución Industrial, la cual supuso un punto de quiebre histórico en la vida laboral, tanto de las mujeres como de los hombres. La transición de la agricultura a la labor en las fábricas abrió nuevas oportunidades de trabajo, y convirtió a las mujeres en mano de obra muy apreciada por su destreza para tareas fabriles, especialmente en el sector textil.

 

No obstante, la brecha generada entre hombres y mujeres fue evidente desde un inicio; las mujeres cobraban un salario menor que los hombres por realizar actividades similares, y no gozaban de los mismos derechos laborales, agudizando las desigualdades de género.

 

De hecho, en la actualidad, la situación económica, social y política en torno a las mujeres, no ha sido eliminada por completo, a pesar de los grandes esfuerzos y la evolución en el tratamiento de este asunto. Cifras otorgadas en 2019 por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), han determinado que en 88 de 180 países, las mujeres no pueden ejercer ciertas profesiones en las mismas condiciones que los hombres, mientras que en 24 países, se necesita el permiso de sus cónyuges o tutores legales para trabajar.

 

De igual forma, se ha revelado que el 47% de la población mundial considera que los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres. En esta misma línea, el año 2021, el Fondo Económico Mundial estimó que se necesitarían aproximadamente 135 años para eliminar las desigualdades de género en el mundo.

 

Bolivia no es la excepción, de acuerdo a estudios realizados en 2018 por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la desigualdad laboral ha disminuido de manera considerable de un 39% a un 10% durante los últimos años. A pesar de ello, nuestro país aún conserva una diferencia salarial significativa, la proporción de mujeres con ingresos menores al salario mínimo sigue siendo mucho mayor a la de los hombres.

 

En este sentido, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), ha propuesto en su agenda para 2030, promover el acceso al trabajo decente, entendido como un trabajo productivo y adecuadamente remunerado, ejercido en condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad humana.

 

De esta manera, a través del trabajo decente, dicha organización pretende alcanzar cuatro objetivos estratégicos: (i) Promover y cumplir las normas, principios y derechos fundamentales en el trabajo, (ii) Generar mayores oportunidades para que las mujeres y los hombres puedan tener un empleo e ingresos dignos, (iii) Incrementar la cobertura y eficacia de una seguridad social para todos y (iv) Fortalecer el diálogo social.

 

El primer objetivo implica el respeto a los derechos de todas las personas que trabajan. En el caso que nos compete, más mujeres que hombres sufren el problema de no ser reconocidas como sujetos titulares de esos derechos laborales, encontrándose desprotegidas e invisibles en este ámbito.

 

Por su parte, el segundo objetivo, hace alusión a un trabajo productivo remunerado para hombres y mujeres. A pesar de los avances de los últimos años, esto supone un reto para las mujeres, dado que persisten importantes desigualdades y mecanismos de discriminación, por ejemplo los sesgos de contratación, que hacen que el déficit en términos de empleos productivos y decentes sea mayor.

 

Asimismo, el tercer objetivo, trata la necesidad de ampliar la protección social de los trabajadores, en especial de aquellos que realizan trabajos precarios; toda vez que los mismos no cuentan con ningún tipo de seguridad social. Las mujeres enfrentan esta problemática en una proporción aún mayor que los hombres, debido a la inestabilidad de sus fuentes laborales y la necesidad de protección específica a la función reproductiva.

 

Finalmente, el cuarto objetivo, se refiere a la posibilidad que tienen los actores del mundo laboral de representarse, hacer valer su voz y constituir instancias de diálogo social. Situación en la cual, las mujeres se ven en una clara desventaja, puesto que en la mayoría de los escenarios se encuentran sobrerrepresentadas, lo que implica obstáculos adicionales.

 

En consecuencia, a objeto de aplicar y replicar los objetivos que la OIT se ha propuesto, en Bolivia es necesario que tanto el Ministerio de Trabajo, Empleo y Previsión Social, así como las gobernaciones del país, logren implementar políticas públicas de apoyo para promover, no sólo la equiparación de oportunidades para las mujeres; sino el fortalecimiento de su participación como actoras activas del diálogo social, a través de su incorporación en las distintas estructuras de organización y representación, y el impulso del acceso igualitario de las mismas en los distintos sectores laborales.

 

Sin embargo, no se debe olvidar que la eliminación de la discriminación en el ámbito laboral en razón al género, resulta ser un objetivo sumamente complejo y por consiguiente, difícil de combatir.

 

Es por eso que a pesar de ser una tarea que incumbe en mayor proporción al sector público, requerirá de la cooperación del sector privado, el cual deberá implementar políticas internas que otorguen igualdad de oportunidades, permitan la inclusión, eviten los sesgos de contratación y eliminen las brechas salariales para sus trabajadoras, garantizando de esta manera, el acceso a un trabajo decente y una consiguiente igualdad laboral entre mujeres y hombres bolivianos.

 

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